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dijous, 2 de juny del 2016

Les mars del Sud --- Los mares del Sur

[Entrada 129]

Les mars del Sud


En Joan vivia amb els seus pares i s'ocupava d'ells. Ja s'havien fet grans i ell s'havia fet càrrec de gestionar els seus béns, la seva salut i de regir el domicili familiar. Als seus trenta tants ja era com aquelles tietes catalanes que s'havien de quedar per vestir sants i fer-se càrrec de cuidar dels pares ja grans.

Tenia una germana, la Núria, que s'havia casat amb l'hereu d'un dels amics del pare. Ella vivia a Pedralbes, tenia dues filipines a jornada completa i només anava a veure als pares un cop o dos al mes. Sempre estava molt ocupada amb totes les seves relacions socials, tant que no havia tingut temps de tenir fills.

El seu germà gran, en Jordi, era un solter d'or d'aquests que omplen les revistes del cor. Havia estat un esportista de tercera fila que havia fracassat en tot el que havia emprès i que vivia dels diners que anava estirant dels pares i que llavors li en aquell moment ja li havia de proporcionar en Joan.

Aquell dia al matí el pare li havia donat la combinació de la caixa forta de casa i després de dinar ell s'havia dedicat a inspeccionar-ne el contingut. Entre els documents va trobar el testament que havia refet el seu pare feia poc més d'un any. El testament era el típic testament català. La mare d'en Joan seria usufructuaria de tots els béns familiars, en aquell moment a nom del pare, si el sobrevivia. Fins aquí tot normal. El seu germà gran en Jordi seria l'hereu universal dels béns familiars i ell i la seva germana només rebrien la legítima, que si bé no era per menystenir, no era més que una mínima part de la riquesa familiar.

Va fer les maletes, tranquil·lament, sense pressa, va escollir amb cura tot el que hi posava. Va comprar un bitllet només d'anada a un lloc remot on tota la vida havia somiat viure-hi. Quan ja ho tenia tot a punt i li faltaven 2 hores perquè s'enlairés el seu avió va agafar el telèfon, va trucar al seu germà gran i li va dir que s'hauria de fer càrrec dels seus pares i de gestionar els negocis familiars ja que ell se n'anava. No li va donar temps per a gaires preguntes i no li va donar cap resposta clara a les poques que aquell, sorprès, li va fer. Després de penjar el telèfon va sortir al carrer amb el seu equipatge, va agafar un taxi per anar a l'aeroport i no va tornar mai més a la ciutat on havia nascut i havia viscut fins aquell dia.

En Jordi va dur els pares a una residència, la més barata que va trobar, i va fer-se càrrec dels béns d'aquells dos vells que van viure la resta dels seus dies en la tristor i la soledat. Quan van morir, primer va ser la mare i poc després el pare, van haver de ser enterrats per la beneficència. En Jordi havia dilapidat, amb la seva vida buida i dissoluta, tot el que tenien. Aquella legítima que havia estat considerable va quedar en no res. Poc temps després moria en Jordi d'una cirrosi hepàtica fruit de les seves disbauxes sexuals, etíliques i al·lucinògenes. La Núria, que havia seguit tot el procés de lluny, que havia continuat amb aquella vida, molt ocupada, s'havia acabat suïcidant quan el seu ric marit se'n va divorciar perquè havia deixat embarassada una noia força més jove que ella i que li donaria bons hereus per a la seva fortuna. En Joan havia muntat una cooperativa allà on havia anat a viure, amb bons socis treballadors i honestos. Aquesta va funcionar tant bé que els va permetre a reunir a ell i als altres cooperants una fortuna suficient, fins i tot més folgada que la dels seus pares. Fortuna que va deixar en herència als seus sis fills en parts proporcionals al que aquests havien aportat a la família i a la societat. Diuen que el dia del seu 70 aniversari va assegurar davant de tota la família i dels amics i socis d'aquella afortunada cooperativa que el dia que va llegir el testament de son pare havia decidit abandonar una societat on la tendència no és valorar el hom hi aporta, si no el que se n'aconsegueix, és a dir, els béns i privilegis que pot acumular.

Una abraçada.








Los mares del Sur


Juan vivía con sus padres y se ocupaba de ellos. Ya eran mayores y él se había hecho cargo de gestionar sus bienes, su salud y de regir el domicilio familiar. A sus treinta tantos ya era como aquellas tietas catalanas que se habían de quedar para vestir santos y hacerse cargo del cuidado de sus padres ya mayores.

Tenía una hermana, Nuria, que se había casado con el heredero de uno de los amigos del padre. Ella vivía en Pedralbes, tenía dos filipinas a jornada completa y sólo iba a ver a sus padres una vez o dos al mes. Siempre estaba muy ocupada con sus extensas relaciones sociales, tanto que no había tenido tiempo de tener hijos.

Su hermano mayor, Jordi, era un soltero de oro de esos que llenan las revistas del corazón. Había sido un deportista de tercera fila que había fracasado en todo lo que había emprendido y que vivía del dinero que les iba sacando a sus padres y en aquel entonces que entonces le debía proporcionar Juan.

Ese día por la mañana su padre le había dado la combinación de la caja fuerte de su casa y después de comer él se había dedicado a inspeccionar su contenido. Entre los documentos encontró el testamento que había rehecho su padre hacía poco más de un año. El testamento era el típico testamento catalán. La madre de Juan sería usufructuaria de todos los bienes familiares, en aquel momento a nombre de su padre, si le sobrevivía. Hasta aquí todo normal. Su hermano mayor Jorge sería el heredero universal de los bienes familiares y él y su hermana sólo recibirían la legítima, que si bien no era de despreciar, no era más que una mínima parte de la riqueza familiar.

Hizo las maletas, tranquilamente, sin prisa, escogió con cuidado todo lo que ponía en ellas. Compró un billete sólo de ida a un lugar remoto donde toda su vida había soñado vivir. Cuando ya lo tenía todo a punto y le faltaban 2 horas para que despegara su avión cogió el teléfono, llamó a su hermano mayor y le dijo que debería hacerse cargo de sus padres y de gestionar los negocios familiares ya que él se iba. No le dio tiempo para muchas preguntas y no le dio ninguna respuesta clara a las pocas que aquél, sorprendido, le hizo. Después de colgar el teléfono salió a la calle con su equipaje, tomó un taxi para ir al aeropuerto y no volvió nunca más a la ciudad donde había nacido y había vivido hasta ese día.

Jordi llevó a los padres a una residencia, la más barata que encontró, y se hizo cargo de los bienes de aquellos dos ancianos que vivieron el resto de sus días en la tristeza y la soledad. Cuando murieron, primero fue su madre y poco después su padre, tuvieron que ser enterrados por la beneficencia. Jordi había dilapidado, con su vida vacía y disoluta, todo lo que tenían. Aquella legítima que había sido considerable quedó en nada. Poco tiempo después moría Jordi de una cirrosis hepática fruto de sus desenfrenos sexuales, etílicos y alucinógenos. Nuria, que había seguido todo el proceso de lejos, que había continuado con aquella vida, muy ocupada, había acabado suicidándose cuando su rico marido se divorció de ella porque había dejado embarazada a una chica mucho más joven y que le daría buenos herederos para su fortuna. Juan había montado una cooperativa donde había ido a vivir, con buenos socios trabajadores y honestos. Esta funcionó tan bien que les permitió a reunir a él y a los otros cooperantes una fortuna suficiente, incluso más holgada que la de sus padres. Fortuna que dejó en herencia a sus seis hijos en partes proporcionales a lo que éstos habían aportado a la familia y la sociedad. Dicen que el día de su 70 cumpleaños aseguró ante toda la familia y los amigos y socios de aquella afortunada cooperativa que el día que leyó el testamento de su padre había decidido abandonar una sociedad donde la tendencia no es valorar lo que se aporta, si no lo que se consigue de ella, es decir, los bienes y privilegios que uno puede acumular.

Un abrazo.


8 comentaris:

  1. Tu relato me recordó otra historia, esta no es de ficción, es la historia real de un buen amigo, japonés para más seňas. Mi amigo tuvo mala suerte con sus padres, vivió muchas humillaciones y maltratos durante la infancia. En cuanto llegó a la edad adulta y tuvo oportunidad se fue de su casa con idea de no volver nunca. Primero trabajó en lo que podía mientras se pagaba los estudios. Finalmente sus esfuerzos se vieron recompensados con una plaza dentro del sistema nacional de salud que le daba para vivir cómodamente. Lo malo fue que los padres, cuya situación también era más o menos desahogada, se metieron en no se que negocios que salieron mal. Perdieron la casa y todas sus pertenencias y se quedaron con el 80% de sus ingresos embargados por el banco. Resulta que en Japón por ley, el familiar más cercano está obligado a acoger y mantener al que se encuentre sin recursos. Igual la ley sobre el papel se ve muy solidaria y tal, pero hay que bajar al barro para ver caso por caso, que alomejor no es tan bonito. Total, desde hace cinco aňos los padres en su casa y amargándole la vida todo lo que pueden. Tenía una novia que antes del aňo ya se había ido. Tan desesperado lo he visto que una vez hasta le propuse que se viniera a Espaňa, que yo lo acogía en mi casa y ya se buscaba aquí la vida (el Estado emtonces tendría que hacerse cargo de los padres) y me contestó que no podía porque sus padres eran su responsabilidad, que "en algún momento antes de nacer, él los había escogido". También es bonito el budismo. Supongo que un cristiano podría hablar de la voluntad divina o de algo parecido. Menuda lacra todas las religiones de este mundo.
    Moraleja, no es tan malo quedarse sin herencias, que encima suelen ir asociadas a toda clase de condicionantes. Ni siquiera es tan malo no tener mucho dinero si puedes llevar una vida digna. Lo malo de verdad son las cadenas, las morales, las materiales, las de la codicia... Por eso el protagonista de tu relato me parece un tipo con suerte, porque consiguió ser libre para hacer su vida y lo hizo además en base a unos buenos principios, lo de menos es que al final se hiciese rico, aunque también eso de hacer las maletas cuando te enteras de que no eres el heredero tiene varias lecturas. Anteponer las tradiciones a cualquier otra consideración me parece indefendible, pero vincular los afectos a los dineros también es algo que a mi no me gusta.

    Un abrazo
    Pucho

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    1. Sin duda, el hecho que sea el testamento el que sirva de espoleta puede tener más de una lectura, aunque me parece que queda bastante claro que no es el dinero sino la falta de reconocimiento la que mueve al protagonista.

      Desgraciadamente el caso de tu amigo no es un caso aislado ya que me han contado más de una vez casos parecidos, y también de casos en que las cosas van al revés, que es el hijo quien abusa y maltrata a los padres. Por no hablar de las adopciones que a veces no son todo lo desinteresadas que debieran ser... Esta claro además que en las relaciones familiares hay de todo una ley como esa japonesa (creo que aquí, en mi tierra, también se ha aprobado una ley de este tipo) puede resultar muy injusta y como en el caso de tu amigo, destrozar vidas. Me parece lamentable aunque mi historia iba en otra línea.

      Muchas gracias por aportar tu comentario.

      Un abrazo

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    2. Obviamente se puede deducir por la historia una situación de hartazgo previo en el que esa falta de reconocimiento actuó como detonante. Aun así existe tal distancia entre que alguien sacrifique su vida personal movido por el puro afecto a luego pasar de todo y no volver ni de visita (aún sabiendo que esos padres pueden estar sufriendo) que no se entiende sin que el hecho de la herencia en si tenga gran trascendencia. Es duro decirlo pero en la vida, cuando quieres de verdad a tus padres, tragas hasta con maldades y desprecios porque a pesar de todo no puedes evitar seguir queriéndolos. En el fondo esto es lo que le pasa a mi amigo, aunque él lo razone de otra manera. Que aún siendo unos seres objetivamente despreciables siguen siendo sus padres. Otra cosa es que no los quieras. Y mira, en mi caso yo adoraba a mi padre pero con mi madre nunca ha habido gran afinidad. Digamos que no he sido lo que ella hubiera querido. La heredera es, siguiendo también la tradición, la hija menor. A mi esto nunca me ofendió porque entiendo que cada uno hace con sus pertenencias lo que considera. Me fui a vivir lejos por razones puramente personales y mi madre casi lo agradeció, creo que estaba aliviada por ahorrarse los chismes ajenos cuando algún día vieran a su hijo con otro chico de la mano. Ahora en la distancia nos entendemos mejor, me llama para contarme sus historias y voy a verla varias veces al aňo. Y aunque todavía es una mujer independiente, la hija que se preocupa por su bienestar en el día a día no es la heredera. Con esto no estoy tratando de juzgar moralmente a tu personaje. Personas distintas piensan diferente, sólo analizo lo que parece visto desde fuera.
      En cuanto a la ley japonesa (y por lo que dices también catalana) decir que la consecuencia directa entre los colectivos afectados en ese país (principalmente personas que han perdido su empleo y sin expectativas laborales, algo poco común alli pero que también sucede) son unas tasas de suicidio estratosféricas. Es fácil frivolizar diciendo que los japoneses viven para trabajar y que no entienden la vida de otra manera, pero en realidad lo que más pesa es vivir obligando literalmente a otro, al margen de su voluntad, a cargar contigo. Espero que en tu tierra obtenga mejores resultados.

      Un abrazo
      Pucho

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    3. Son muchas las cosas que planteas. En la historia no se entra en como eran las relaciones entre Juan y sus padres, en qué sentían unos por otros, ni en que valores se sustentaban. La narración pierde intencionadamente su foco en estos aspectos, puesto que que no es ese su objetivo, sino en cómo esa sociedad que sufrimos valora a las personas ¿A quién se reconoce? ¿A la tía soltera que sacrifica su vida por sus padres o al hombre que ha montado una cooperativa de triunfo olvidando a su familia, a sus ancestros?

      Por lo que sé de Japón se trata de una sociedad compleja y muy distinta a la nuestra con unas tradiciones muy arraigadas. La sociedades del Ásia oriental y la japonesa en concreto hicieron un salto de un funcionamiento feudal a uno industrial sin los pasos intermedios que vivió la sociedad europea, la cual cosa les ha llevado a un funcionamiento social bastante diferente del nuestro. Por decirlo de alguna forma, simplificando mucho, no vivieron ni la lucha por las rutas marítimas y las colonias de los siglos XVI al XIX, ni la revolución francesa de 1789. Esto ha significado que la industrialización en el lejano oriente sea diferente a la nuestra, cosa que les ha llevado, por ejemplo, a unas relaciones laborales distintas que tienen características singulares, como lo referente a la fidelidad a la empresa. Esto junto con una ética, unos principios y unos valores distintos a los nuestros justifica que muchas veces nos resulte, sin duda, raro y sorprendente su comportamiento. Pero para mí, esas diferencias no los hace ni peores ni mejores. Todo tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Confieso que unas veces me maravillan y otras no me parecen tan elogiables. No los juzgo, aunque muchas veces me sorprendan.

      Evidentemente no se puede imponer una cultura a otra, así, por las buenas, todas tienen su justificación y su historia (incluida la ablación del clítoris), aunque pueda discutir y incluso poner en crisis los valores en que se sustentan y en eso sí que tengo mucho que decir. Son esos valores los que pretende poner en crisis en mi narración.

      Muchas gracias de nuevo.

      Un abrazo.

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  2. Moralejas (multiple choice):
    1 No esperes nada a cambio y lo recibirás todo?
    2 Un obstáculo es la mejor oportunidad para cambiarle a uno la vida? 3 Cada uno es el arquitecto de su propio destino?
    Jeeeee...

    Besos!

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    1. No sé si elegí bien mi historia para contar lo que pretendía. Me parece que una de la principales motivaciones de nuestro comportamiento, a parte de cubrir nuestras necesidades biológicas básicas (comer, dormir, etc.) és el reconocimiento, que para unos tendrá una forma y para otros otra. Por lo tanto nadie hace nada a cambio de nada, siempre se busca una forma u otra de reconocimiento. Y creo que eso es, o debería ser, uno de los fundamentos de la psicología.

      La narración pierde intencionadamente su foco en algunos de los aspectos que podrían dar pie a tus moralejas, puesto que que no es ese su objetivo, sino que se orienta en cómo esa sociedad que sufrimos valora a las personas ¿A quién se reconoce? ¿A la tía soltera que sacrifica su vida por sus padres o al hombre que ha montado una cooperativa de triunfo olvidando a su familia, a sus ancestros?

      Muchas gracias por aportar tu comentario.

      Un abrazo.

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    2. Ah, Josep que rebuscado que estás! En una sociedad carente de valores como es en la que vivimos, no hay una sola respuesta a tu interrogante, sino muchas y variadas dependiendo de la idiosincracia, la educación y la formación de la persona que responda la misma.

      Besos!

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    3. Pues me parece que no estamos de acuerdo en que esta sea una sociedad carente de valores, porque creo que tenerlos los tiene, aunque no nos gusten... Como la acumulación de riqueza, el destacar sobre los demás, etc.

      Puede que sea rebuscado, en mi historia Juan deja de ser la "tía solterona" que cuida sus padres a un "hombre de éxito" y con eso consigue su reconocimiento, pasando por encima del bienestar de sus padres.

      Muchas gracias por tus comentarios.

      Un abrazo.

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